Escuela náutica: aprendiendo a surcar los mares

En el sistema solar, tal y como se conoce hoy en día, el tercer planeta que orbita alrededor del sol es el único con una atmósfera capaz de soportar la vida. Se le ha llamado Tierra, pero, de haber basado el nombre en la sustancia presente en mayor proporción, mejor se hubiera denominado agua u océano, ya que un gran porcentaje de la superficie está cubierta por este elemento.

Y la humanidad, en su afán por descubrir e investigar todo lo que le rodea, no podía si no zarpar y navegar de un confín al otro del mundo e incluso ir más allá, sumergiéndose en las profundidades. No obstante, hubo un largo proceso de innovaciones en el área del conocimiento y del diseño, para poder hacerlo de forma efectiva, llegando sano y salvo a la costa de destino.

Por ejemplo, se desarrolló un vocabulario propio en el que la izquierda y la derecha son babor y estribor. Cuando se refiere al navío; la proa sería la punta que va abriendo camino y la popa es la parte trasera donde suelen estar los motores; y como dato curioso, se llama obra viva a la porción sumergida en el agua, calificándose de muerta a la que se encuentra expuesta al aire.

Así, el que asiste a una escuela náutica, además de aprender la terminología de los diferentes componentes de la embarcación y otros temas relacionados, también será entrenado en el manejo de los diversos instrumentos de navegación, desde la moderna tecnología satelital hasta aquellos que han existido siempre, la brújula, el compás y el sextante.

Toda información resulta básica y vital, sin importar que se desee cruzar los mares en enormes buques mercantes, embarcarse con las fuerzas navales, tener un negocio de alquiler y servicios de yates de lujo o solo pasar una tarde de ocio en el hermoso lago vecino.

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